Por fin, parece que va quedando claro lo que es la famosa competitividad. No porque sus grandes valedores (patronal, empresarios y Gobierno) lo hayan explicado a las claras, sino por lo que se va filtrando a la prensa de la reforma laboral que pretenden perpetrar.
En definitiva, lo que supone la tan traída y llevada competitividad es que la producción industrial resulte más barata y, por tanto, más fácil de vender. El precio resultante de un producto es la suma de varios factores: materias primas, costes energéticos, investigación, transporte y distribución... pero sobre todo de la mano de obra. He ahí el quid de la cuestión.
Este fenómeno no es nuevo, ya en los años sesenta y setenta (los llamados años del "desarrollismo") se instalaron en España grandes multinacionales al reclamo de los bajos salarios existentes. A finales de los noventa, sin embargo, estas empresas dejaron de ser rentables y deslocalizaron su producción a otras zonas con menor nivel adquisitivo y, por tanto, menores salarios (como por ejemplo, Eslovaquia, Rumanía y, por supuesto, los países asiáticos).
Así pues, 50 años después empieza a repetirse el ciclo: menos salarios y menos derechos para abaratar los costes productivos y estimular el crecimiento. Lo que no han explicado es cómo piensan mantener el consumo interno con unos salarios cada vez más miserables.
Publicado en El Día de Toledo el sábado 31 de diciembre de 2011.
Publicado en El País el lunes 2 de enero de 2012.
Publicado en Público el lunes 2 de enero de 2012.
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